Según mi propia experiencia, recordando pasado medio lustro, con probables lagunas mentales, describo los procesos básicos de aquel tiempo y lugar, a modo de protocolos.
Inicialmente en un salón de actos, no solemne, se exponían todos los novatos ante los que lo fueron el año anterior, por cierto, eran siempre los más peligrosos, y por supuesto ante el resto de colegiados con mayor veteranía y aparentemente moderados.
En una primera fase vestidos en su modo habitual, mas tarde en traje de noche, alias pijama, a veces elegante ya que se recomendaba ir con corbata, los más atrevidos altamente elegantes, con dos corbatas perfectamente anudadas, la primera de forma tradicional y la segunda con el nudo hacia atrás, con el fin de divisar la corbata y su nudo en ambas direcciones; como colofón a la presentación y desfile de los recién llegados lo atrevido su lucimiento en ropa interior, viendo su temple, su saber estar, ya que en aquellas épocas, para algunos, era la primera vez que salían fuera de su zona de confort familiar.
Todo siempre con el mejor fin, salvo alguna perrería aislada, ocasional que por suerte, debido a mi memoria selectiva recuerdo menos.
En cuanto a las salidas al exterior
Se realizaban cual guardería actual en sus excursiones a pie, todos los neófitos uno tras otro cogidos de la cuerda, para que no se nos perdieran o escaparan, vaya usted a saber. Un responsable delante, otro detrás y un mogollón de espectadores interesados en el magno espectáculo que se esperaba.
Recuerdo un par de viajecitos.
· Serenatas a las residencias de señoritas.
Independientemente del entretenimiento y el intento de conocer a los recién llegados, era ver su comportamiento en grupo o individualmente en diferentes temas, incluso con público femenino, en aquella época las mayorías de residencias, colegios y demás estancias no solían ser mixtos. El paseo a los balcones ocasionalmente estaba acompañado por instrumentos de música para mejor entonación de los nuevos cantores, como en todas las ocasiones había timoratos, algunos perdían la timidez y otros, pocos por suerte, hasta la vergüenza. Volviendo a nuestro lugar de estancia entre risas y cierto jolgorio. Unos decían que habían ligado, cosa dudosa, la relación balcón a calle y la multitud no era lo más propicio. A posteriori podría ser.
· Paseo a echar unos polvos a la Puerta del Sol
Como experiencia única, no tengo conocimiento que en otros años se produjera. Saliendo del Colegio Mayor en la consabida fila íbamos a la puerta del Sol, como he indicado anteriormente. Ante la incredulidad, el asombro, el susto de muchos de los presentes. Los organizadores de la expedición llevaban una caja con los instrumentos adecuados a tal fin. Una vez allí se elegía a los afortunados, a pesar de sus reparos, a cumplir tan digna tarea. Se les desplegada para contemplación del grupo y se les entregaba la caja misteriosa, la abrían y encontraban el talco necesario para echar los polvos, por el pequeño viento reinante volaron muy poco.
Como incidente, no previsto, los grises divisaron la escena y nos recomendaron regresar a nuestros orígenes. En pequeños grupos acompañamos a los que no conocían bien el camino hasta nuestro Colegio Mayor, con la mayor moderación y sin jolgorio. Una vez dentro de nuestras estancias se dieron las risas correspondientes.