martes, 28 de junio de 2022

La aventura y las secuoyas.

 

Hace unos cuantos años, por el último cuarto del siglo pasado, según mí, posiblemente, deteriorada memoria, el disfrute de dos grupos. La familia de un gran compañero de trabajo de esa época, de los de apretón de manos fuertes, y la gente de la mía.

Viajamos hasta cerca de una mítica montaña, bastante frecuentada por otros amigos, senderistas de los buenos y no como yo.

En sus alrededores, nos habían comentado, en una finca, había unos árboles geniales, enormes, de para abrazarlos nos necesitada al menos a todos los que íbamos.

Buscamos un arroyuelo, que parecía según los entendidos el acceso a la zona, con una malla metálica de protección. La levantamos con sumo cuidado para que pasaran los más pequeños, mojándose lo mínimo los pies y posteriormente procedimos al correspondiente chapoteo los mayores.


A los que estamos acostumbrados a un paisaje secano nos sorprendió inmediatamente un bosquecillo altísimo, con la sensación de frescura ambiental, un microclima que nos lleno de alegría y felicidad.

Lo asombroso fue cuando vimos los grandes árboles, majestuosos mucho más altos de lo que podíamos pensar. Quedaron grabados para siempre en nuestro recuerdo.                            


 
                                  

A la vuelta salimos por el paso del arroyo y al llegar a nuestros vehículos, entendimos que la malla no era de protección para accidentes, sino marcando los límites de la propiedad posiblemente privada.

Acabamos la aventura y seguimos recordando el día pasado con gran alegría.

                                                                                                                                                                            Junio 2022